El día que un barman fue testigo de la caída de un Imperio.
Artículo publicado en el Mensuario “Costa Noticias” mes de Agosto
31 de enero de 1934. Aquel Barman que trabajaba en la barra del hermoso hotel Piríapolis aprovechaba la tranquilidad reinante del balneario para ordenar su espacio laboral, cuando su mirada se dirigió a la entrada del hotel, donde instantes antes había escuchado detenerse el Chevrolet de Carlos Bonavita ,el capataz del fallecido Francisco Piria, el empresario que siendo muy pobre había llegado a tener la segunda fortuna más grande del país. Sus ojos pudieron ver la marcha apresurada del hombre que durante más de 30 años había acompañado a uno de los emprendedores más grandes de la historia Uruguaya y que hacía apenas 42 días había muerto. No podía disimular, es que veía a uno de los únicos 2 hombres capaces de continuar con el imperio que había construido Piria a lo largo de sus 86 años, el otro era el hijo mayor del fallecido. Muy pocas veces había entablado conversación con el capataz, y es que a pesar de que Bonavita siempre se acercaba a los empleados y tenía un muy buen dialogo, pocas veces se acercaba a la barra a pedir algo para tomar. El sabía que era un hombre rudo, un hombre con vos de mando y que todos lo obedecían, porque sabían que su patrón había delegado mucha responsabilidad y que lo quería casi como un hijo. Se sabía que Bonavita siempre andaba armado, es que el y Francisco(Pancho) Piria Hijo siempre andaban con dinero para pagar a los empleados y en aquellos tiempos donde los bandoleros no faltaban, la ley era del más rápido con las armas y aquellos dos hombres eran famosos por su habilidad para desenfundar y aplastar el blanco que tuvieran frente. ¿Cuántas dolores de cabeza había provocado en el viejo Piria las veces que su hijo había sido echado de los lugares donde residía en Europa, mientras que estudiaba por matar las moscas a tiros?¿Cuántas veces había escuchado las andanzas de Bonavita quien competía con cualquiera en el arte de desenfundar? Pero ahora ese hombre se acercaba a la barra, su mirada había cambiado mucho en esos 42 días.. Es que de forma muy injusta en el último testamento que había hecho muy poco antes de morir Piria había perdido gran parte de lo que le tocaba, pero aún así, habiéndole quedado un chalet suntuoso , un vehículo y pertenencias, sin embargo el hijo mayor de Piria, se había negado a que le dieran aquellos bienes. A eso se le sumaba que había perdido fuerza sus órdenes y ya no contaba con las mismas responsabilidades jerárquicas, habiendo sido desplazado por los hijos del empresario desaparecido.
La muerte del gran creador dejó paralizado a mucha gente, Piria si bien tenía una desmejoría producto de la Diabetes y algunos trastornos propios de la edad no habían mermado en su capacidad de proyectar, de crear, de construir, y sobre todo de mandar; por lo que su repentina muerte, aquel 10 de diciembre de 1933 generó un vació de poder… Faltaba tan solo un suceso, una situación en la que se requiriera tomar decisiones rápidas para generar el caos… Y ese acontecimiento llegó.. El 21 de enero de 1934 las chispas producidas por la chimenea del trencito que llevaba a los visitantes a Piriápolis desencadenó un inmenso incendio… Es que Francisco siempre había advertido que había que controlar la maleza que crecía junto a la vía…
Pero la desaparición de este, las disputas por la sucesión, y los muchos deberes que había que seguir llevando adelante, generaron las “distracciones” en aquellas cosas que el empresario detallista hasta en lo más mínimo jamás hubiera pasado por alto… El incendio comienza a devorar todo. Pancho y Bonavita corren, se encuentran en los talleres y discuten por quienes debían apagarlo y de quien era la responsabilidad de los sucesos. Bonavita señalando a un grupo de oficiales le pregunta: ¿porqué no mandó a ellos a apagar el fuego? (las órdenes ya no las daba el capataz, sino Pancho) y Pancho le responde : “son oficiales y ganan mucha plata”.. Corren los dos hacia el fuego y pronto se escuchan disparos… Solo Bonavitas sale vivo…
Enciende su Chevrolet y se dirije al hotel Piriápolis. Se acerca al Barman y pide un whisky doble, y se lo toma de un solo sorbo…
El barman mira absorto, jamás había visto al capataz en ese estado. Intenta hablar, pero se limita a escucharlo. “Mate a Pancho” dice el. Detrás de la barra se queda impávido, desde niño había escuchado la historia de Francisco Piria y las miles de obras que había llevado a cabo: la creación de más de 70 barrios en Montevideo y otros tantos en el resto del país, además de innovar en la forma de vender y sobre todo crear el único balneario del mundo por una persona; el barman, al igual que todos no sabía en que iba a terminar aquello, pero el confiaba en que tanto Pancho, como el capataz podían llegar a un acuerdo y continuar con la obra de aquel hombre que tantos admiraban… pero ahora, detrás de aquellas gotas del destilado que recorrían la garganta de aquel hombre estaba viendo como se derrumbaba un imperio… y no podía hacer nada.. Vio como el hombre se alejo, lo siguió primero con la mirada, y luego
comenzó a recorrer el mismo camino hasta la habitación.. Pero la puerta de pronto se cerro.. Escuchó un tiro.. Ya era tarde… el imperio comenzaba a desmoronarse… su presentimiento se hizo realidad.. Las disputas por la segunda herencia más caudalosa del país hizo que se transformara en un gran circo de abogados.. Miles de pesos, cientos de expedientes y muchos años de paralización hicieron que Piriápolis se estancara. Las aves de rapiña terminaron de realizar la faena… Muy poco de lo creado por aquel hombre quedó para su familia, pero con el tiempo, la conciencia de algunos permitieron que Piriápolis fuera rescatada para toda la sociedad Uruguaya, cumpliéndose de alguna manera el sueño de su creador, un Piriápolis para todos…
En el mes de tu cumpleaños este es mi regalo, Gracias Maestro!!
Allan Coctel
www.lapreviabartender.com